· “Tony Manero” es una cinta nacional fuerte que refleja una época y que demuestra un manejo cinematográfico importante de su director.
· “XXY” apela a un tema complicado para crear una cinta argentina que desnuda la intolerancia y el miedo a lo desconocido
· “XXY” apela a un tema complicado para crear una cinta argentina que desnuda la intolerancia y el miedo a lo desconocido
En medio del complejo contexto social provocado por la dictadura de Pinochet, Raúl Peralta (Alfredo Castro), un hombre de cincuenta años, está obsesionado con la idea de ser lo más parecido posible a "Tony Manero", el personaje de John Travolta en "Fiebre de Sábado por la Noche". Raúl lidera un pequeño grupo de bailarines que regularmente actúan en un bar ubicado en los barrios bajos de la ciudad. Cada sábado en la noche, él desata su pasión por la música de la película, imitando a su ídolo. Su sueño de ser reconocido como una estrella del entretenimiento está próximo a hacerse realidad cuando el programa ochentero “El Festival de la Una” de Televisión Nacional anuncia el concurso de imitadores de "Tony Manero". Su necesidad de reproducir la atmósfera de la película lo lleva a cometer una serie de crímenes y robos, en una escalada de locura y fanatismo.
El argumento de la segunda película de Pablo Larraín (“Fuga”) es una interesante mezcla de comedia oscura, drama social y suspenso. Y las virtudes de “Tony Manero” van desde la ambientación hasta la elección del estilo narrativo, alejado del primer trabajo de Larraín, “Fuga” donde optó por la pulcritud, la estética cuidada y las imágenes estilo video clips para contar la historia de un músico desequilibrado. Acá todo el sucio, desde el manejo de cámara en mano, hasta la fotografía que acentúa de una manera magistral la época, los años 80, pero alejado del glamour. Acá se retrata lo que sucedía en las poblaciones, a la gente y va más allá de la moda o la música. En ese sentido la fotografía es un acierto (aunque hay que reconocer que a veces se abusa del desenfoque y provoca cierta confusión sobre la capacidad visual del protagonista) y la textura granulosa la hace más cercana al documental y en ese sentido los actos de barbarie del protagonista son más creíbles y fuertes, lo mismo que la cruda sexualidad que refleja la película.
En suma, “Tony Manero” es una película difícil de digerir, pero potente en narración y supone un avance en el cine de Larraín (aunque yo soy uno de los pocos que encontró un valor importante en “Fuga” y que es precisamente en el virtuosismo, la hermosura y lo cuidado de su estética). Las actuaciones son de primer nivel, Alfredo Castro y Amparo Noguera crean personajes intensos, potentes que reflejan todos son miedos, sin caer en excesos. Además Paola Lattus y Héctor Morales son verdaderos hallazgos que hay que tener presente. Una cinta fundamental y con valor en el cine nacional moderno. MUY BUENA.
“Tony Manero”. Chile, 2008. Dir: Pablo Larraín. Prot: Alfredo Castro, Amparo Noguera, Paola Lattus, Héctor Morales, Elsa Poblete. Mayores de 14 años (ojo que contiene algunas escenas de sexo fuerte por lo que no es recomendable para menores de 14 años).
“XXY”: Más allá de la discriminación
Alex es una adolescente de 15 años que esconde un secreto. Poco tiempo después de su nacimiento sus padres decidieron instalarse en una cabaña aislada en las afueras de Piriápolis. La historia comienza con la llegada de una pareja de amigos que vienen desde Buenos Aires con su hijo adolescente Álvaro. El padre de Álvaro es un cirujano plástico que aceptó la invitación por su interés médico en la hija de sus amigos. La inevitable atracción entre sus hijos hace que todos se enfrenten a lo que más temían, a sus miedos y a su tolerancia. En el pueblo, Alex es observada como si fuera un fenómeno. La fascinación que produce puede ser peligrosa y cruel.
“XXY” se atreve con una película fuerte y directa. La intersexualidad, término correcto para denominar a las personas con características de ambos sexos (conocidos como hermafroditas), es un tema complejo, inexplorado y sin duda difícil de digerir, pero que acá se logra con una pulcritud a prueba de todo, creando personajes intensos, delineados y bien manejados. Alex, la joven que fue criada aislada y como mujer, limitando su masculinización con medicamentos, posee todos los elementos de un ser incomprendido, perdido y triste. Vive su soledad entre el granero, los libros y el hermoso paisaje. Sus padres, en tanto, funcionan como máquinas y estatuas frente al dolor de Alex, no es indiferencia, no es falta de amor, más bien ellos están acostumbrados a la condición de su hija, a diferencia de quienes la ven como un ser desconocido y casi inhumano.
El poder de esta película argentina está en sus personajes, en la presentación de su “problema” y en como a veces el amor se impone sin reglas. Acá la atracción entre Álvaro y Alex, se desarrolla y crece, mientras que el resto de los personajes la mira con desagrado y miedo. Lucia Puenzo, apuesta en su debut, por la simpleza y decide alejarse de cualquier juicio de valor frente a las situaciones, incluso aquellas más sexuales y que hacen referencia directa al crecimiento de ambos personajes juveniles. Una cámara espía se entromete en ese momento, tal cual lo hace el padre de Alex, un acierto y quizás la única forma que somos capaces de ver una situación como ésta, desde la clandestinidad y el ocultamiento. A pesar de momentos un tanto más débiles, la cinta golpea fuerte e impone una reflexión que supera a sus logradas herramientas cinematográficas. MUY BUENA.
“XXY”. Argentina, 2007. Dir: Lucia Puenzo. Prot: Inés Efron (Alex), Martín Piroyansky (Álvaro), Ricardo Darín, Valeria Bertuccelli, Germán Palacios, Carolina Perelletti. Mayores de 18 años (aunque tiene una escena de sexo fuerte, es posible que mayores de 14 años la vean en compañía de sus padres, para que le expliquen algunas situaciones de la película y la intersexualidad).
No hay comentarios.:
Publicar un comentario