domingo, enero 08, 2006

Trabajo Sucio


Me transpiraban las manos mientras enterraba su cadáver. Las arenas de Desierto eran demasiado pesadas para la inútil pala que mi socio me había regalado meses atrás. Me sequé la cara y una mancha de sangre se alojó en mi frente. No la divisé sino hasta que venía de vuelta cuando se me ocurrió mirar por el espejo retrovisor de la camioneta de la empresa. Por suerte esa tarde muy pocos vehículos se atravesaron en mi camino y solo un camión de helados paso con dirección contraria. Me hizo temblar y agarrar el volante con más fuerza, siempre me pasaba lo mismo cuando un vehículo grande se cruzaba conmigo. “Gueón, voy tiritai’ entero para agarrar el manubrio, pero te pasan una pistola y la amasai’ como si fueran un par de tetas”, me decía siempre mi socio.
La única dicha de la vuelta a casa era saber que el trabajo estaba finalizado. Fue un trabajo difícil, pero no más de los que me habían tocado otras veces. Recuerdo a la vieja guatona que se agarró de la ducha y a la que mi compadre le corrió manos antes de meterle un tiro por la vagina. Esos gritos malditos no me dejaron dormir en varios días. El olor a transpiración me recordaba a su asquerosa cara y el sonido de los ventiladores me recordaba al jadeo de mi compadre tirándose a la gorda.
Era un trabajo más, pero sin duda el “objetivo” me salió duro. Casi tanto como el maricón que nos pescamos entre mi socio y yo y que con el tiempo se convirtió en un secreto incontable. A ese le rajamos el culo con la pistola, mientras mi compadre se lo metía en la boca. Al gueón de seguro le gustó porque ni se achicó en chuparlo con ganas, si hasta cuando se lo metí no hizo ningún gesto de desagrado. A ese lo despachamos en un Sauna y el vapor apenas nos sirvió de lubricante. Mi compadre transpiraba como chino y más aún cuando el gueón logró cortarme la guata después del primer tiro. Ahí se emputeció y lo dejó como colador.
De vuelta, la carretera ardía y estoy seguro que mi socio hubiera hecho lo mismo... De hecho, todo lo que sé lo aprendí de él, desde hace cuatro años cuando nos echamos al Chino de la calle Atacama.
Pero este Caso fue entretenido, el imbécil se escondió en el frigorífico de la empresa después que le despache el primer tiro en la pierna. Estaba cagado de frío, mientras afuera el verano hacía de las suyas.
Ocho tiros le mande por todo el cuerpo cuando lo encontré. Me acerqué y el gueón aún respiraba. Tenía la boca llena de sangre, pero no pude evitar acercarme y besarlo sin parar. Era los labios más ricos que había despachado y tenía que tenerlos cerca. Eran los únicos labios que había deseado en mi vida Mi boca quedó roja, pero no atiné a mas que secarme la transpiración y tragarme la sangre. No recuerdo, pero al parecer una pequeña gota, que no era transpiración, corrió por mi mejilla y justo antes que lograra tomarle el sabor la eliminé con mi mano izquierda, la misma con la que siempre tomaba el revólver.
El sol retumbaba en el camino cuando por fin divisé la ciudad a lo lejos.
Me volví a secar la transpiración cuando entre en mi departamento. Y antes de meterme a la ducha revisé el sobre con el millón quinientos mil pesos y el nombre de mi socio impreso a un costado. El agua estaba helada, pero que importaba si el trabajo ya estaba finalizado...

1 comentario:

Anónimo dijo...

Que crudo el relato... es bueno pero no me gustaron algunas partes. Un tiro en la vagina?? o_O Una vez yo escribi algo parecido, un tiro en el ojo. Ambos deben doler.

Saludos!
Er Seba